Ves a un niño subir al bus, lo escuchás gritar, cantar, te pide monedas pero no le das ninguna, no porque no aprecies el arte o no quieras dárselas, es que a vos también te hacen falta.
Ves a un niño subir al bus, hace algunos malabares y te pide monedas, cuando pasa a tu lado le mirás y le hacés el gesto de no tener nada.
Ves a un niño subir al bus y entregarte unas estampas con un mensaje impreso a color que dice «Soy pobre, necesito dinero para comprar ropas y alimentos». Cuando vuelve a pasar por tu lugar se las devolvés y le hacés una mueca dándole a entender que no tenés nada.
Ves a un niño subir al bus y entregarte unas estampas con un mensaje impreso a color que dice «Soy pobre, necesito dinero para comprar ropas y alimentos». Cuando vuelve a pasar por tu lugar se las devolvés y le hacés una mueca dándole a entender que no tenés nada.
Ves a un adolescente subir al bus, pronuncia un discurso perfectamente estudiado y ensayado. Te pide monedas. No lo mirás. Lo ignorás. Pensás en que oíste lo mismo en diferentes niños, adolescentes y adultos.
Pero ellos no fueron a la misma escuela que fuiste, ellos no aprendieron las mismas cosas, pocos aprendieron a leer o a escribir. Sus derechos no fueron reconocidos, fueron olvidados, pisoteados.
Pero ellos no fueron a la misma escuela que fuiste, ellos no aprendieron las mismas cosas, pocos aprendieron a leer o a escribir. Sus derechos no fueron reconocidos, fueron olvidados, pisoteados.
En las escuelas a las que no fueron se enseñó a tenerlos lástima, a mirarlos pero no a entenderlos, se enseñó a darles monedas pero no a ayudarlos, se enseñó a mantenerlos mendigos, a tenerlos miedo y a desconfiar de ellos.
No fueron a la misma escuela que fuiste, en cambio, en la escuela a la que fueron le enseñaron la mendicidad.
Ves a un joven subir al bus, su discurso te conmueve, te parece original. Es evidente que salió de una escuela distinta. Te ofrece un bolígrafo a cambio de un par de monedas, pensás en que de verdad te hace falta uno, pero dentro de todo, querés ayudarlo.
Ves a un adulto subir al bus, su discurso no te conmueve a pesar de parecer sincero, no creés en él porque recordás haberlo visto hace unas semanas diciendo lo mismo acerca de su pequeña hija y el accidente que tuvo el día anterior.
Buenísimo Diego,... sabes que es también muy triste: ver a un padre subir a un bus pidiendo porque su hija acaba de morir en el hospital de niños,diciendo q no es de la ciudad y necesita trasladarla a su región, condolerte de es persona y lamentar no tener mas dinero que el pasaje en el bolsillo... entonces a la noche cuando llegas a casa ver aparecer otro billete con el que no contabas, que aparentemene ya habías gastado...miseria, miseria cuando será que acabemos con ella; ... la tecnología avanza todos los días, mientras vamos perdiendo la capacidad de ser humanos.
ResponderBorrarCarla Sofía
Hay partes que no me quedaron claras o no te expresaste bien, pero me gusto, sobre todo como al final te convertis en otro mendigo.
ResponderBorrarEspero la segunda parte
(Luis C.)
Carla Sofía: Es cierto, la verdad es que hay cosas aun más tristes que no están a la vista, porque hay quienes están muy interesados en que eso no se conozca. Gracias por el comentario!
ResponderBorrarLuis: Admito que sobre todo en esta entrada me fue difícil administrar el espacio que hay con lo que tengo por contar. Habrá segunda parte, pero no sé si continuando esta historia en particular. Por otro lado, creo que desde un principio ya era un mendigo más. Saludos!
En el supermercado al lado de casa siempre hay una mujer pidiendo con una foto de su hija pequeña, supongo que es Rumana, pero también podría ser Búlgara, o de cualquier otro país, qué se yo, el caso es que mendiaga y es extranjera. El otro día en un programa en la tele iban filmando por unos barrios deprimidos, entraron en la casa de unos rumanos, eran un matrimonio con un hijo pequeño, el hombre estaba en paro y realizaba pequeños cáncamos allí o allá, el niño parecía sano, la mujer dijo que pedía en la puerta de los supermercados... cada vez que veo a la mujer rumana pedir en el supermercado al lado de mi casa (siempre pago con tarjeta y nunca llevo unas monedas) me dan ganas de esperar a que se vaya y averiguar donde vive...
ResponderBorrarPablo: Gracias por visitar y por compartir tu historia! Por estas tierras difícilmente encontremos mendigos extranjeros, ya que los locales ocupan todos los puestos. Es por eso que cada fin de mes nos sentimos tan identificados a ellos al recibir un salario.
ResponderBorrarSaludos y gracias de nuevo!
Me gustó mucho que hayas utilizado la frase "ese es su trabajo". La mendicidad se ha convertido en una forma de trabajo más,aceptada por la sociedad con una bizarra condescendencia.
ResponderBorrarY si, la mendicidad nos toca a todos, la vivimos todos. Sólo que algunos tenemos la "suerte" de tener un buen plato de comida y una confortable cama en la que dormir y padecer insomnios...
Anónimo: ¡Gracias por comentar! En parte estoy de acuerdo. Personalmente, desde que empecé a escribir no he vuelto a encontrar cama confortable. Un saludo.
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