jueves, 11 de marzo de 2010

Welcome to the jungle

No recuerdo su nombre, sólo que empezaba con ‘F’. Se llamaba Fernando o tal vez Francisco, eso en realidad no importa mucho.

Hace unos años, coincidimos estudiando uno de esos cursos teóricamente prácticos en uno de esos institutos de formación terciaria, fuimos compañeros por un tiempo. Recuerdo que al momento de presentarnos, él comentó que se decidió a estudiar eso porque había desertado el colegio y necesitaba empezar a trabajar. «Yo hubiese hecho lo mismo» pensé enseguida. El primer día compartimos mesa de estudio, conversamos, hicimos bromas y hasta incluso nos deseamos suerte en la vida.

Luego de unos meses dejó de asistir a clases, ignoro los motivos. Nunca más supe de él.

Obra de Joan Miró
Esa tarde me había ubicado en los asientos de atrás del bus ya que eran los únicos lugares libres. No me agradaba mucho sentarme ahí porque el sol me daba en la cara, pero lo bueno era que tenía un panorama completo de todo el colectivo —no suena muy interesante, pero lo es si uno no tiene con qué entretenerse y lo puede hacer observando a la gente que sube y que baja, mirar su aspecto o deducir su edad y hasta sus problemas. Pocas veces en realidad me habré de acercado a la verdad, es que nunca fui bueno para concluir algo a partir de las apariencias o de aplicar una psicología de análisis experimental del comportamiento—. Así pude verlo cuando subió, estaba acompañado de otro sujeto. No sé si me hubiera reconocido, lo cierto es que no me vio o yo no me percaté de ello.

Como ya dije, el bus iba lleno, no había lugares libres. Él —de nombre con inicial 'F'— y su acompañante —podemos llamarle 'J', 'M' o 'B', como ustedes prefieran, su nombre es lo de menos— se situaron parados en la mitad del pasillo. Lo llamativo fue la forma en que se ubicaron, frente a frente y de espaldas a los asientos, fue lo primero que me llamó la atención y lo que encendió mi estado de alerta.

Gracias a mi ubicación podía ver todos sus movimientos, las miradas y los gestos que intercambiaban, podía notar lo nervioso que estaban, la ansiedad que sentían y el sudor que recorría su frente. Evidentemente algo estaban por hacer y sea lo que sea, era la primera vez.

Como pude y en un hábil movimiento, saqué mi teléfono celular y lo que consideraba de valor del bolsillo y lo puse debajo de mí, en el asiento. Cerré los ojos, como no queriendo ver lo que iba a ocurrir.

Con los ojos cerrados imaginé una escena de película, ‘F’ y ‘J, M o B’ sacaban un arma de fuego y amenazaban a todos los pasajeros con matarlos si no entregaban todo lo que tenían, uno de los pasajeros se resistía y un disparo surgía del arma.

Abrí los ojos, nada aún había pasado.

Unos minutos después ‘F’ realiza una señal y ambos se movilizan, éste extiende el brazo y estira el collar de una joven que estaba sentada y emprenden la fuga lo más rápido que pueden, habiendo cumplido su objetivo y su bautismo en el mundo delictivo.

Con ‘F’ empezaba su nombre.

lunes, 1 de marzo de 2010

Ser o no ser antilopizta (o El día de todos los héroes)

El 1.º de marzo de 1870, una guerra desigual y sangrienta llegaba a su fin, o al comienzo de su fin. Francisco Solano López, presidente y mariscal de guerra del ejército paraguayo moría en Cerro Corá pronunciando su tan famosa frase.

¿«Muero con mi patria» o «Muero por mi patria»?

Obra de Cándido López

Ninguna de las dos. Y aquí lo comparo a Solano López con el personaje de un cuento de Borges, quien antes de morir comprende «que le han permitido el amor, el mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto».

"La paraguaya" obra de Juan Manuel Blanes
En otras palabras, Solano López firmó su sentencia y la de su patria, incluso antes de iniciada la guerra. Por lo tanto, nadie puede morir estando ya muerto.

El 10 de mayo de 1865, Argentina, Brasil y Uruguay firmaron el Tratado Secreto de la Triple Alianza y se repartieron anticipadamente el territorio paraguayo, el tratado además condenaba al Paraguay a pagar los “gastos de guerra”, de esa guerra fabricada con olor a dinero inglés.

El general argentino Bartolomé Mitre, anunció que en tres meses arrasarían Asunción, sin embargo la guerra duró cinco años.

Cinco años después, el Paraguay estaba devastado, de los 500.000 habitantes quedaban 200.000, en su mayoría mujeres y niños.

El gobierno provisional instaurado declaró a Solano López «Traidor de la patria y enemigo del género humano».


Muchos años después, con “El revisionismo histórico” Solano López fue convertido en héroe.

Ser o no ser antilopizta, esa es la cuestión.

Yo quiero celebrar el Día de Todos los Héroes, de los héroes diarios, de los que batallan cada día.

De los héroes que salvan familias y de las heroínas que dan de comer a cientos de niños cada día.

Porque un héroe no manda al frente de batalla a cientos de niños ni expone a su pueblo al genocidio.

No quería sonar trillado, pero ya lo hice.