martes, 12 de enero de 2010

La desintegración de la memoria

Ayer por la noche un corte de luz me dejó a oscuras por algunas horas, totalmente a oscuras, no encendí velas, no usé linternas, cada paso que quería dar lo daba de memoria, subía escalones, abría cajones, buscaba libros perdidos y los encontraba. A oscuras recitaba párrafos, y aunque no los leía, los podía sentir.

"Desintegración de la persistencia de la memoria" de Salvador Dalí
Hay veces que olvido lo que quiero recordar. Nombres, instantes, pasiones, canciones, recuerdos...

Otras, recuerdo sólo lo que desearía olvidar. Momentos, razones, personas y olvidos...

Pensándolo bien, prefiero antes que nada, olvidar quien fui y recordar quien voy a ser. Se me hace más sano.

Con los años uno va olvidando más cosas. Y como cada vez hay más por recordar se hace común olvidar. Ya no alcanza prestar cerebros para almacenar datos ni recuerdos, ahora son necesarios discos duros.

A veces olvido contraseñas, números de casas y de los buses que espero. Pero me sorprendo al recordar números de teléfonos de novias del pasado o de documentos que no son míos, recuerdo números de páginas o sueños sin sentido.
"Memoria" de René Magritte
Veo rostros que me parecen conocidos, muy conocidos, pero no los conozco, no sé quiénes son, los saludo con la mirada o los esquivo ágilmente. En el instante en que los veo, más que reconocerlos los olvido.

Tal vez mañana olvidaré ponerme los zapatos, la camisa y me olvidaré de salir vestido, quizá también olvide dónde vivo y el porqué escribo lo que escribo.

martes, 5 de enero de 2010

El último paso

Nació en 1919. Lejos del ruido de la ciudad. Creció siendo testigo de los principales acontecimientos del siglo: la Segunda Guerra Mundial, la Guerra del Chaco, la dictadura stronista, la transición democrática y la caída del partido que gobernó durante 61 años. Entretanto, vio crecer a su familia.

Su vida fue una historia de película, donde se fueron mezclando los distintos géneros cinematográficos, desde el drama hasta la comedia pasando por el romance y la aventura.

Hizo dos veces el servicio militar, la segunda vez para escapar a un forzoso casamiento.

'Guardaba sus botellas de vino tinto en el ropero.(Autor desconocido)

Regalaba pastillas de menta a sus nietos y bisnietos cada vez que lo visitaban.

Le encantaba contar cómo conoció a quien sería la mujer de su vida. La extrañó cada día desde su partida. Lloraba al recordarla y en su nombre encendía velas diariamente.

Le gustaba escuchar una guarania o algún tango. Se sentaba cada día en su sillón predilecto a escuchar la música que le hacía revivir sus pasos, su pasado.

Cayó varias veces y siempre se levantó.

Un médico especialista —de esos que cobran demasiado por consulta— recomendó que se le debían amputar las piernas para que pueda seguir viviendo. Pero él quería seguir caminando. Pasó más de un año y lo siguió haciendo hasta que finalmente dio el último paso.

Tal vez al darlo recordó el primero, allá, lejos aún al enorme viaje que sería su vida.

Una semana antes compartimos la cena navideña, conversamos, reímos, nos enseñó algunas frases en alemán y otras en ruso, nos contó una vez más las historias de su vida.

Tal vez aquel día sabía que se despedía, de nosotros, de sus amigos, de su familia, de todo lo que más quería.

Tenía 90 años. Mucho más que un siglo si le sumáramos sus pasos y sus historias de vida. El final de la década se lo llevó y nos hizo entender que esta nueva etapa la iniciaríamos sin él, que este es el momento en que finalmente los protagonistas tendremos que ser nosotros, casi un siglo ha acabado para que otras nuevas historias puedan comenzar a caminar.