lunes, 28 de septiembre de 2009

Equinoccio

La palabra equinoccio proviene del latín aequinoctium y significa "noche igual".

En el equinoccio se da el cambio de estación opuesto en cada hemisferio de la tierra, es decir de verano a otoño en el hemisferio norte; y de invierno a primavera en el hemisferio sur. 

Esto sucede dos veces por año: en marzo y en septiembre.

Equinoccio para mí, es el momento en que todo el universo armoniza y decide darnos un ejemplo de equidad. 

Aunque sólo sea un instante, aunque sean tan sólo unas horas, aunque ocurra tan sólo dos veces por año.

"Primavera" de Giuseppe Arcimboldo (Óleo sobre lienzo, 1573)
Solamente en el equinoccio el día tiene la misma duración que la noche y la luz solar llega en igual proporción tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur. 

En los equinoccios, el sol sale exactamente por el este y se pone exactamente por el oeste, cosa que no ocurre en ningún otro día del año. 

En el polo Norte, pasan de días de seis meses de duración a noches de seis meses. En el polo Sur, pasan de noches de seis meses de duración a días de seis meses.
 
En el hemisferio norte, pasan de la euforia del verano a la calma del otoño. En el hemisferio sur, pasamos del triste invierno a la jovial primavera.
"Invierno" de Giuseppe Arcimboldo (Óleo sobre lienzo, 1573)
El equinoccio me transmite una sensación de profunda conformidad para con la naturaleza. Es que por al menos cuatro meses tuvimos días fríos y grises —más allá de que personalmente me agraden los días fríos y grises— pienso que de alguna forma con todo esto se hace justicia.

Lo malo del equinoccio es que es un momento, sólo un momento, para algunos pasa inadvertido, otros incluso prefieren ignorarlo y hasta ocultarlo por temor a que estas ideas de igualdad cundan en las mentes, sobre todo en las mentes de quienes fueron condenados a vivir en el inv(f)ierno.

domingo, 20 de septiembre de 2009

¿Cómo se dice guerra?

—Profesor ¿Cómo se dice guerra?
El profesor de Latín nos mira unos segundos.
«Bellum» —nos responde con seriedad.

Él acostumbra hacer bromas, para que las clases sean más amenas, por lo tanto, al menos por un momento pensamos que se trata de una de ellas.

"Guernica" de Pablo Picasso (Óleo sobre lienzo, 1937) —Es un sustantivo neutro... —continúa diciendo seriamente.

Nos miramos. Buscamos explicación. Sonreímos.

No podemos dejar de recordar a Crisanto Villalba, personaje de la novela “Hijo de Hombre”, del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, quien al final de la Guerra del Chaco, al regresar condecorado a su pueblo, añora con toda su alma a su guerra. «Se acabó nuestra guerra tan linda» dice tristemente. «Al principio yo no quería creer… Se decía que la guerra iba a volver a empezar en cualquier momento. Yo esperaba. Quería volver allá» contaba Crisanto a sus amigos, quienes lo escuchaban como lo escucharía yo y lo entenderían como lo entendería cualquier ser que no entienda la palabra guerra.

Portada del libro "Hijo de Hombre" de Augusto Roa Bastos
Empiezo a comprender de verdad algunas cosas en el mundo. Si guerra en un idioma como el Latín, se asemeja morfológicamente a lo que en español es "bello”, es porque el mundo está definitivamente estructurado con las patas para arriba o la cabeza para abajo. Me llama aún más la atención, que como el español es lengua derivada del mencionado idioma, una de las lenguas romances, —la más hablada de estas y la tercera en el mundo después del Chino Mandarín y el Inglés— es porque nos impusieron ese concepto en la cabeza de esa manera.

Pienso en Crisanto, si supiera que su guerra tan linda continúa y el pobre ya no está entre nosotros.