viernes, 27 de junio de 2014

Relatos de un drama latente

El jueves 19 de junio en la Casa Museo Mangoré de la ciudad de San Juan Bautista, Misiones, quedó habilitada la muestra colectiva “Relatos”, que reúne a los artistas Gil Alegre Núñez (San Juan Bautista, 1950), Fidel Fernández (San Juan Bautista del Ñeembucú, 1984), Juan de Dios Valdez (San Juan Bautista, 1986), Joel Riveros Ríos (Asunción, 1982) y Yuyo Oviedo (Asunción, 1975).


Oriundos en su mayoría de localidades del interior, los artistas convergen en una mirada profunda hacia conflictos sociales. El elemento común es el retrato de los expulsados, del campo a la ciudad, de la ciudad a la marginalidad. De los desplazados y desterrados.


Obra de Gil Alegre Núñez
Obra de Gil Alegre Núñez
Las obras transitan la problemática social de las tierras y todas sus consecuencias, las fumigaciones con agrotóxicos, el desalojo con uso de las fuerzas públicas, la migración forzosa del campo a la ciudad, a la miseria de pelear la comida con animales de la calle, al trabajo infantil y al desamparo.


Decía Picasso, hablando quizá de su icónica obra Guernica, que “una obra de arte debe hacer a un hombre reaccionar, sentir intensamente […] debe convulsionarle y agitarle; tiene que ser consciente del mundo en que está viviendo, y para ello primero debe ser arrojado fuera de él”.

La denuncia que realizan los artistas en esta muestra es no solo precisa y directa, también a su vez describe un drama social latente e interpela al espectador.


"Fumigración", obra de Juan de Dios Valdez
"Fumigración", obra de Juan de Dios Valdez

El pequeño ave que pierde su nido, el monocultivo que arrasa el campo y depreda bosques. La mujer con el niño en brazos, que representa a la vez la fatalidad del presente y el futuro. El cántaro de agua hecho pedazos, como la esperanza de vida, como el camino incierto que se debe transitar. La despedida de la pareja ante el nicho del niño fallecido a consecuencia de este drama social, el angelito que contempla el destino irredimible, la fractura.

Todos estos fragmentos hacen del relato la instancia que pone en contacto la historia con el destinatario, en este caso el espectador, y es así que trasciende el lienzo en el impacto visual y emocional.

Cada obra funciona independientemente, todas poseen el sello personal de cada uno de los artistas, pero es la idea colectiva lo que hace de “Relatos” un potente grito a cinco voces. 

La exposición permanecerá abierta hasta el 30 de julio en horario continuado, en la Casa Museo Mangoré, de San Juan Bautista, Misiones.

Publicación del Correo Semanal del diario Última Hora

jueves, 5 de junio de 2014

Kavure’i, el patriota

El cuento empieza al anochecer de un viernes caluroso de noviembre, cuando nuestro personaje surca la avenida Carlos Antonio López en su DeLorean plateado a unos 140 km/h. El ave rapaz traspasa la barrera del tiempo y el espacio y desaparece en una nube de partículas.
La historia prosigue unos diez años atrás –año 2014, según muestra el tablero del vehículo- donde reaparece luego de un gran destello azul. El automóvil se detiene en una ciudad descolorida y desierta. Ya son las 9:00 AM pero el sol apenas se asoma.
Luego de deambular durante unas horas se cruza con el primer poblador, que camina sombrío y con prisa. Aquí es donde Kavure’i comienza su misión.
En esa ciudad ya no habían lectores, ni libros, ni escritores. Todas las palabras tenían dueño y no podían ser utilizadas, la policía de las palabras se encargaba de perseguir y encerrar en prisión a quienes osaban hacer uso de cualquiera de ellas. En esa ciudad tampoco había lápices ni tinta, mucho menos papeles.
Incluso así, muchos de sus habitantes decían estar orgullosos ya que finalmente habían acabado con la pobreza, todos los que alguna vez lo fueron habían muerto atorados por una palabra no dicha. Y los grandes propietarios querían ser más poderosos y se disputaban las palabras en sangrientas guerras silenciosas, alzando banderas y separándose entre más ricos y menos ricos.
Kavure’i se sentía atacado y huía de todos, existía la creencia de que solo una de sus plumas te daba fortuna y el don de la invención de nuevas palabras. Nuestro personaje protegía su kavure’i ragüe, puesto que de eso dependía el éxito de su misión.
Aquí es donde aparece nuestra antagonista, poseedora de cientos de hectáreas de palabras, ávida de todavía más. La apalabrada señora codiciaba la pluma del ave nocturna, deseaba exhibirla junto a la flor violeta que acostumbraba adornar su cabeza.
En eso, la mujer intenta persuadir a nuestro viajero del tiempo empleando toda su artillería de palabras. A Kavure’i se le dificulta la respiración, se siente mareado y cada vez se desplaza más lento. En un momento de descuido, le arrancan el plumaje y nuestro personaje parece haber perdido la batalla.
Pero Kavure’i sonríe en la oscuridad. Sabe que la pluma que le fue arrancada no es auténtica –es de gua’u, como solía decir-. La señora cree disfrutar de su fortuna y en ese menester descuida sus propiedades y nuestro personaje logra liberar a las palabras. Entonces estas se aglutinan, hacen fuerza, se rebelan. Esa misma madrugada rodean la mansión de la mujer y la intiman a rendirse y así evitar derramamiento de sangre. 
Aquí es donde llega el final de la historia, pero este desenlace supera las barreras del tiempo y el espacio y aún no ha sido escrito. Kavure’i sigue surcando la noche, y las palabras, de momento, continúan flotando revueltas en el aire cálido del presente.

domingo, 1 de junio de 2014

Apología al libre albedrío

Ayer soñé con catorce versos endecasílabos. Esta mañana, varios de ellos —luego de indignarse y salir a las calles— se convirtieron en verso libre.