viernes, 23 de junio de 2017

Cien años del supremo de las letras paraguayas

El 2017 es un año de celebración para las letras nacionales, es el centenario del escritor paraguayo más universal de todos los tiempos: Augusto Roa Bastos.


Sereno, sencillo y humilde. De estatura baja y sabiduría inmensa. Auténtico, comprometido con su arte y su postura ética y política. Así lo definen quienes lo conocieron en persona. Augusto Roa Bastos, el escritor que dio voz a su pueblo oprimido, “el compilador de las voces del pueblo”, como él se consideraba. En sus obras buscó crear una simbiosis entre el idioma español con el guaraní y el vocabulario culto con el popular. Escribió en todos los géneros literarios: poesía, cuento, teatro, novela y ensayo. Sus obras trascendieron las fronteras de la lengua al ser traducidas a al menos 25 idiomas.

Augusto nace en Asunción el 13 de junio de 1917, hijo de Lucio Roa, de origen español, y Lucía Bastos, de ascendencia franco-portuguesa. A los pocos meses su familia se muda a Iturbe, un pueblito del departamento del Guairá, a 200 km de la capital, donde funciona un ingenio azucarero del cual su padre sería empleado. 

Allí vive la mayor parte de su infancia, en medio de la realidad del mundo campesino paraguayo, entre los ríos que lo bordean, el ingenio azucarero y la vieja estación de   tren, influenciado por esa cultura guaraní que era palpable y por su madre, ávida lectora de Shakespeare, de quien hereda el hábito de la lectura. Muchos de estos elementos de su vida y su infancia finalmente hacen parte central de su obra, principalmente en los cuentos de El trueno entre las hojas (1953).

Iturbe era un pueblo donde poco y nada se conocían los libros, mucho tiempo después Roa contaría en una entrevista que en uno de sus regresos al pueblo una señora le preguntaría extrañada “Mba’e piko la libro, ¿upeante piko?”, señalándole uno de esos antiguos fonógrafos usados para reproducir música. Esta anécdota graficaba de manera cruda la realidad de la educación en el país y su relación con la lectura.

A los ocho años el pequeño Augusto se muda a Asunción y vive con su tío, el obispo Hermenegildo Roa. Concluye la primaria en la escuela República Argentina y luego se interna como pupilo en el Colegio San José. En esos años afianzaría su relación con la literatura gracias a la amplia biblioteca de su tío. Tempranamente mostraría sus cualidades literarias, escribiendo a los 13 años su primera obra de teatro y a los 14 el famoso cuento “Lucha hasta el alba”, publicado tiempo después.

En 1932, con el estallido de la Guerra del Chaco, teniendo quince años, decide junto con sus compañeros de colegio escapar e ir al frente de batalla. Pero debido a su corta edad son asignados a la retaguardia, donde realizan trabajos humanitarios sirviendo como enfermeros y aguateros. Esta experiencia luego la plasmaría en la novela Hijo de Hombre (1960).

Luego de regresar de la guerra, deja la secundaria y sigue su formación de manera autodidacta trabajando además como empleado de un banco. Poco después inicia otra de sus facetas, la de periodista, trabajando para el periódico El País (donde hoy se encuentra el diario Última Hora), del que posteriormente llegaría a ser jefe de redacción.

Paralelamente sigue forjando su carrera literaria y estrecha lazos con la escritora y artista española residente en el país Josefina Plá -a quien consideraría su maestra-, Hérib Campos Cervera, Óscar Ferreiro, Hugo Rodríguez Alcalá y Elvio Romero, junto a quienes conforma el grupo Vy’a Rayty (Nido de la alegría), principales referentes de la generación del 40, conocidos por renovar el lenguaje de la narrativa y poética paraguaya. En 1942, con 25 años, publica su primer libro, el poemario El ruiseñor y la aurora.

Ese mismo año se casa por primera vez, con su novia de adolescencia de Iturbe, Lidia Mascheroni, con quien tendría tres hijos.

En 1944 viaja a Gran Bretaña, por invitación del Consejo Británico, donde se desempeña como corresponsal, cubriendo la Segunda Guerra Mundial y entrevistando a personalidades mundiales como Charles de Gaulle.

Su vida en el exilio

Posterior a la Revolución del 47, con la llegada al poder de Higinio Morínigo, Roa se ve forzado a abandonar el país luego de sufrir amenazas por parte de los partidarios del gobierno debido al papel crítico que tenía el diario El País cuya sede había sido atacada.

A partir de ahí se asila primero en la Embajada de Brasil, por cerca de dos meses, y luego se exilia en Argentina, donde viviría por 30 años y produciría la mayor parte de su obra literaria.

En Buenos Aires trabaja en diversos oficios “de supervivencia”, como él consideraba, es empleado de una compañía de seguros, corrector del diario Clarín, entre otros. Además trabaja como guionista de cine, escribe los guiones de películas como “Shunko” (1960) y “Alias Gardelito” (1961), dirigidas por Lautaro Murúa.

Algunas de sus obras literarias también serían adaptadas al cine, de la mano de Armando Bo (“El trueno entre las hojas” en 1957), con una joven Isabel Sarli que se iniciaba en la actuación como protagonista haciendo el primer desnudo del cine argentino, y Lucas Demare (“La sed”, en 1961).

En 1960 obtiene el premio Losada por su novela Hijo de hombre, con la que recibe el unánime reconocimiento de la crítica, dando impulso a su carrera. Esta novela, una de las mejores de su producción, abarca de modo fragmentario casi cien años de historia paraguaya, incluyendo la Guerra del Chaco y la Revolución del 47.

Su nombre empieza a adquirir fama internacional en 1974, cuando publica Yo el Supremo, novela que se centra en la figura histórica del dictador Gaspar Rodríguez de Francia. Esta obra, de mucha complejidad y original estructura, lo establece en la vanguardia de los escritores del continente y pasa a ser considerado parte del llamado Boom de la literatura latinoamericana. Yo el supremo forma parte de una serie de novelas de dictadores, escritos por autores latinoamericanos a través de una especie de acuerdo tácito, que incluyó a Alejo Carpentier con El señor presidente (1946), Gabriel García Márquez con El otoño del patriarca (1975) y Mario Vargas Llosa con La fiesta del chivo (2000).

Exilio en Francia 

En 1976 Roa se traslada a Francia, luego del golpe militar de Jorge Rafael Videla en Argentina, donde es contratado por la Universidad de Toulouse para enseñar guaraní y literatura latinoamericana, iniciando su segunda etapa en el exilio.

En Toulouse forma pareja con Iris Giménez, francesa hija de exiliados españoles y profesora universitaria, con ella tendrían tres hijos. 

En uno de sus retornos al país, en 1982, la dictadura stronista lo expulsa del país declarándolo “persona no grata” y lo despoja de todos sus documentos. España le concede ciudadanía honoraria y continúa fijando residencia en Francia.

"La literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje”

Caída de la dictadura y Premio Cervantes

De 1983 en adelante fue un opositor activo al gobierno de Stroessner, denunciando junto a otros intelectuales que vivían en el exilio las violaciones a los derechos humanos cometidas en el país. En 1986 publica su "Carta abierta al pueblo paraguayo”, que circula ampliamente y en la que exige una transición a la democracia. 

Luego de la caída de Stroessner en febrero de 1989 regresa al Paraguay y es recibido con entusiasmo por una multitud de artistas y ciudadanos en general. En noviembre de ese año le es otorgado el Premio Cervantes, máximo galardón de la literatura castellana, por su carrera literaria y lucha por la democracia, concedido por los reyes de España. Además, la Universidad de Toulouse le otorga el título de Doctor Honoris Causa.

A lo largo de su carrera conoce y entabla amistad con grandes escritores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Tomás Eloy Martínez y Adolfo Bioy Casares, entre otros. Esta camaradería sería evidenciada en una de las anécdotas que cuentan que al serle otorgado el Premio Cervantes, García Márquez, con su característico ingenio le envía un telegrama que dice simplemente: “Tú, el supremo”.

En 1996 se traslada definitivamente al país. Roa considera que su deber moral es estar en el país y sobre todo con los jóvenes, transmitiéndole sus conocimientos, estando en contacto principalmente con aquellos más carenciados, que no tenían acceso a una educación de calidad. En esta etapa publica las novelas "Vigilia del almirante”, "El fiscal", “Madama Sui” y “Contravida”, considerada una novela autobiográfica, entre otras.

Vive sus últimos años rodeado del cariño y admiración de sus compatriotas. Fallece en Asunción el 26 de abril del 2005 a los 87 años, dejando un legado imborrable que perdura hasta hoy, a cien años de su nacimiento.

Obras cumbres
El trueno entre las hojas (1953)
Hijo de Hombre (1960)
Yo el Supremo (1974)
Vigilia del almirante (1992)
El fiscal (1993) 
Contravida (1994)


*Nota publicada en la revista Touring Club, edición 156, junio de 2017, Asunción - Paraguay.