«Triviales, alegres, soeces, intensos, difusos, torpemente esperanzados,
quebrados, engañosos y sombríos, tuvieron que transcurrir [tres] años
para alcanzar la noche de ayer, en que sorpresivamente…
volví [a soñarlos]…»
(Sergio Pitol – La Pantera)
Tres años es el tiempo que se prolongó la guerra más sangrienta de América en el siglo XX: la Guerra del Chaco. Entre 1932 y 1935, bolivianos y paraguayos pelearon más que nada contra la malaria y la sed. El resultado final fue de 55.000 bolivianos y 40.000 paraguayos muertos y una herida que aún no termina de cicatrizar.
Tres años es lo que duró la Guerra Civil Española, entre 1936 y 1939, finalizando con la victoria del bando nacional con Francisco Franco a la cabeza, quien a partir de ese momento, sumergiría a España en la más oscuras de las dictaduras de la historia.
Tres años también, es el tiempo que tarda en dar frutos una planta de café.
Pero, tres años atrás, una aventura singular comenzó: catorce jóvenes hispanoamericanos se cruzaron en un mismo camino y comenzaron a escribir una historia que todavía no ha sido contada.
Extrañamente, empezaron escribiendo el desenlace de esa historia, de la que posteriormente se hicieron parte.
Tres años atrás, eternizaron sus risas, sus gritos, sus ideas, sus sueños, sus vidas…
Tres años han pasado de haberse enamorado de una ciudad y de que ésta les haya correspondido.
Tres años de haber visto a un Dios ciego en la terminal de metro, vendiendo boletos de lotería y regalando suerte.
Tres años de “Las Meninas”, “El jardín de las delicias”, “Las pinturas negras”, “El enigma sin fin” y “Guernica”.
Tres años también hace desde que me volví adicto a Internet, de que conozco las madrugadas de insomnio y sobre todo, de aprender a confiar más en los sueños y menos en la realidad.
Tres años desde que mi vida tomó un rumbo desconocido y descubrió —sola, mientras mi mente dormía— que el amor a las Letras era un amor verdadero y que la Literatura ya no sería mi amante, sino mi mujer…
Tres años es el tiempo que dura el amor según una novela de Frédéric Beigbeder.
Pero esta no es una historia de amor, a pesar de que es amor es lo que hay en ella, esta es una historia de vida y de sueños, una historia que recién está siendo escrita y que ya pide a gritos ser contada.
Tres años, treinta y seis meses, mil noventa y cinco días, veintiséis mil doscientas ochenta horas, un millón quinientos setenta y seis mil minutos, interminables y eternos segundos, ese es el tiempo que ha transcurrido desde allí hasta aquí.
«El flujo atropellado de olvidos y recuerdos, que es el tiempo, anula la voluntad de fijar para siempre una sensación en la memoria», ha escrito al respecto nuestro amigo y mentor mexicano.
El tiempo ha pasado, y yo, inevitablemente, he comenzado a olvidar.
No porque eso quiera, sino porque eso es el tiempo, eso son los años y esa es la batalla –nunca la guerra– que gana la distancia.
«Confío, sin embargo, en que algún día volverá la pantera».