lunes, 1 de noviembre de 2010

A veces también llueve en primavera

Hay veces que pienso en matarte, pero basta mirar tus fotos para saber que ya estás muerta. Y lo estuviste quizá desde aquella noche, Amelia, eso no importaba, esa noche no importaba, quizá también yo estaba muerto y por eso decidí matarte.

Llueve, hoy es sábado y llueve. Amelia rima con Camelia solía decirte y esperaba a que la lluvia regresara para salir a la calle, caminar a tu lado y pensar que esto era París y mi calle era la rue St. Vincent de Montmartre y esa larga avenida que me llevaba a tu casa la entrañable avenue des Champs-Élysées. Todo era un sueño, querida, nadie podría conocer París y volver.

"Champs Élysées" de Antoine Blanchard
Yo te conocí un día sin lluvia y sin calles hermosas, te conocí sin querer y te quise después. Luego, al darme cuenta, huí. No huí por temor a quererte, querida, eso lo sabías bien. Huí porque no encontré la manera de mirarte sin pensar que estabas conmigo y no lo estabas.

Pero regresé Amelia, regresé a pesar de que te conocí y huí, no fue como París, de donde no se vuelve. Fue más bien como aquella mañana en Madrid, cuando sentí ese enorme frío y sentí que me abrazabas y te escribí.

Fue la misma mañana en que caminaba con el colombiano por la calle del Arenal y nos cruzamos a aquél hombre ciego vendiendo billetes de lotería en la estación Ópera, no era Borges como pensábamos al principio, se trataba del mismo dios. Como si nada y por nada, ese día regresé.

A veces también llueve en primavera y me recuerda tu risa, entonces vuelvo a mirar tus fotos querida, porque sé que te fuiste.

No nos gustaba la primavera, no nos gustaba hasta conocernos y sentarnos juntos y sentirnos. Hasta encender un cigarrillo y fumarlo entre los dos. Todo eso ocurría en primavera mientras la lluvia se hacía esperar y vos estabas conmigo y no lo estabas y yo huía.

El invierno sin embargo, el invierno nos gustaba, Amelia. A mí me encantaba ver las calles sumergidas en un llanto que no era el nuestro, los colores del suelo avivados por la humedad, el cielo gris, tus manos frías y besar tus mejillas tibias. A vos, querida, te gustaba lo que a mí, y más que ninguna cosa: el aroma del café, ¡cuánto adorabas el café!

Pienso en la tarde que paseaba por la calle Estrella y oía que me llamabas y me paralizaba en el semáforo buscando tu voz, parecía que esperaba a que la luz cambiara a verde y así poder avanzar, pero no era así, yo te creía escuchar cada vez que caminaba por la calle Estrella, mientras olía el aroma a café y miraba a lo alto los edificios y compraba revistas y recogía del suelo alguna flor seca.

Asunción ya no me quiere, Amelia. Me ignora, me detesta, y yo me quedé solo, bien solo y detestado.
"Lapacho" de Delia BerdascoHasta ayer soñé contigo, veía tu sonrisa y no te reconocía, estabas tan cambiada, tu rostro no era el mismo. Entonces encontré tus fotos y te recordé.

Me preguntaron si te extrañé cuando te fuiste y no supe qué responder. Al final mentí, de alguna forma supe mentir.

En esta primavera no había caído una sola gota y el lapacho rosa que tanto te gustaba se secó. Nuestra plaza quedó entre rejas, presa de tu sombra y la mía, y ya no puedo sentarme a escribirte cuando te sueño en las noches.

Pero hoy es sábado y llueve. Ayer vi tus fotos y te recordé, cada milímetro te recordé, fue entonces cuando pensé en matarte y supe que ya no estabas.

Ahora paró de llover. París rima contigo y con la lluvia y con mi silencio. Con el lapacho y las camelias, con Madrid y tus abrazos.

Ahora me llaman, me voy, ahora por fin podré gritar tu nombre y verte hasta en la penumbra. Ahora, como ayer cuando vi tus fotos y te extrañé, ahora puedo entender que no valió la pena matarte. Entonces me dejo morir, antes de que la noche caiga y no pueda escribirte, antes de que la lluvia ya no regrese y yo no te extrañe.