Deconstruí el arte de domar pájaros
fui esculpiendo el vapor de la desdicha
hasta desangrar el fuego que nos habita
desperté esta noche rodando sobre mi cuerpo
para sembrar camelias de luna en tu nombre
hablo de una llama incórporea
una pantalla que engulló nuestros ojos
y escribió sin prisa un pentagrama borroso
inundado de una ciudad cautiva
de luces apagadas de espaldas a su espejo
cientos de fantasmas en una emboscada
gritaron enfurecidos el entierro de una patria
la paz del silencio desbordada
de la ceremonia del sol
al indio expulso
hay una Asunción que se pasea en tu piel
que vive un destierro en tu pecho
un encierro en las lágrimas que esconden
un cadáver dormido en tus brazos
perfumado de naranja amarga
un lugar donde crece la mandioca
y se cuece el veneno de sus máscaras
donde se alimentan mis manos
y el maíz se muestra al sol
y tus pisadas hacen miel las tristezas futuras
errabundo florido de lapachos
quiero desclavar de tus pupilas
esa mirada de ocaso
cantarte una alborada
que riegue de pétalos tu árida nostalgia
del techaga'u de la espesura del abrazo
a la honda languidez del páramo
me siento hijo del palpitar del río
de la guitarra vieja que hurtó la noche
y sus cordajes que desatan soles en los inviernos
la desazón de los implacables
que beben la leche del éxtasis gris
ahora duerme en el clandestino cuarto
que abrazó en las sombras tu figura
y se perdió en la herida que todavía sangra
vuelvo a conversar con los dioses
a parir tu perfecta lengua
y pregonar la inexorable fiesta
del nacimiento de una flor
en el filo de una piedra.